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lunes, 8 de febrero de 2010

Los ejércitos secretos de la OTAN (III) Gladio: Por qué la OTAN, la CIA y el MI6 siguen negando

por Daniele Ganser

La existencia del gobierno de las sombras instituido por Estados Unidos y Gran Bretaña en el conjunto de países aliados quedó fehacientemente demostrada durante las investigaciones judiciales y parlamentarias realizadas en los años 1980 y 90. A pesar de ello, la OTAN, la CIA y el MI6 siguen negando hoy en día. Y es que Washington y Londres no ven en ello una etapa histórica sino un dispositivo actual. Esto último ha quedado demostrado con los recientes secuestros perpetrados en Europa y con el escándalo de los vuelos secretos de la CIA que marcaron la era de Bush. Si los ejércitos secretos de la OTAN siguen siendo un secreto militar, es porque se mantienen activos.

Antes de asumir sus funciones como nuevo comandante supremo de la OTAN (SACEUR), el 2 de julio de 2009, el almirante James G. Stavridis visitó discretamente el SHAPE para reunirse con los jefes de las redes stay-behind.
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Este artículo hace parte de la serie:
1. «Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia del Gladio…»
2. «Cuando se descubrió el Gladio en los Estados europeos…»
4. «Las cloacas de Su Majestad»
5. «La guerra secreta, principal actividad de la política exterior de Washington»
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Cuando se producen las revelaciones sobre la red Gladio, en 1990, la OTAN, que es la alianza militar más grande del mundo, contaba con 16 países miembros: Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal, Gran Bretaña, Turquía y los Estados Unidos, país que asume el papel de comandante.
Ante las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti, la reacción de la alianza atlántica fue de confusión y de temor por su imagen cuando se estableció el vínculo entre los ejércitos stay-bahind y los atentados, actos de tortura, golpes de Estado y otras operaciones terroristas que se habían cometido en varios países de Europa occidental.
El lunes 5 de noviembre de 1990, al cabo de un largo silencio que había durado cerca de un mes, la OTAN negó categóricamente las alegaciones de Andreotti sobre la implicación de la alianza atlántica en la Operación Gladio y sus vínculos con los ejércitos secretos. El principal vocero de la OTAN, Jean Marcotta, afirmó desde el cuartel general del SHAPE, en Mons (Bélgica) que: «La OTAN nunca ha previsto recurrir a la guerrilla o a operaciones clandestinas. Siempre se ha ocupado de cuestiones exclusivamente militares y de la defensa de las fronteras de los países aliados [1].»
Posteriormente, el martes 6 de noviembre, otro vocero explicó que el desmentido del día anterior era falso. Este otro vocero sólo proporcionó a los periodistas un breve comunicado en el que se precisaba que la OTAN nunca comentaba asuntos que eran secreto militar y que Marcotta debió haberse mantenido en silencio [2]. La prensa internacional criticó amargamente aquellas contradicciones en la estrategia de relaciones públicas de la alianza militar: «Mientras que verdaderos sismos sacuden el continente entero, un vocero de la OTAN hace un desmentido: nada sabemos de Gladio ni de las redes stay-behind. Y ahora un lacónico comunicado viene a desmentir el desmentido “incorrecto” y nada más [3]».


Mientras se producía el derrumbe de la credibilidad de la OTAN, los titulares de los diarios eran: «Unidad clandestina de la OTAN “sospechosa de vínculos con el terrorismo”» [4]. «Red secreta de la OTAN acusada de subversión: La Comisión descubrió que Gladio, brazo armado clandestino de la OTAN en Italia, se había convertido en un refugio de fascistas que combatían el comunismo mediante atentados terroristas que debían justificar un endurecimiento de las leyes.» [5] «La bomba que estalló en Bolonia provenía de una unidad de la OTAN» [6].


Un diplomático de la OTAN, que insistió en conservar el anonimato, justificó ante los periodistas: «Ya que se trataba de una organización secreta, no espero que abunden las respuestas, aunque ya haya acabado la guerra fría. Si hubo vínculos con organizaciones terroristas, ese tipo de información debe estar enterrado muy hondo. Y si no es el caso, ¿qué hay de malo en preparar el terreno para la resistencia en caso de que los soviéticos atacaran?» [7]


Según la prensa española, inmediatamente después del fiasco de la operación de comunicación de los días 5 y 6 de noviembre, el secretario general de la OTAN Manfred Worner convocó a los embajadores de la alianza atlántica para una reunión a puertas cerradas sobre Gladio el 7 de noviembre. El «Supreme Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE, órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las acciones del Gladio, eso fue lo que reveló el secretario Manfred Worner durante una entrevista con los embajadores de las 16 naciones aliadas de la OTAN», reportó la prensa española. «Worner habría pedido tiempo para realizar una investigación sobre las causas del desmentido formal» que la OTAN había publicado el día anterior. «Eso es lo que habría anunciado a los embajadores del Consejo Atlántico reunidos el 7 de noviembre, según ciertas fuentes.»


El más alto oficial de la OTAN en Europa, el general estadounidense John Galvin, había confirmado que las alegaciones de la prensa eran en gran parte correctas, pero que había que mantener el secreto. «En aquella reunión a puertas cerradas, el secretario general de la OTAN precisó que los altos oficiales interrogados (se refería al general John Galvin, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa) habían indicado que el SHAPE coordinaba las operaciones que realizaba el Gladio. En lo adelante, la política de la OTAN será negarse a hacer cualquier comentario sobre los secretos oficiales.» [8]


Según fuentes que han expresado su deseo de mantenerse en el anonimato, el Buró de Seguridad de la OTAN estaba directamente implicado en la Operación Gladio [9]. Con sede en el cuartel general de la OTAN en Bruselas, el misterioso Buró de Seguridad es parte integrante de la OTAN desde la creación de la alianza atlántica, en 1949. Su misión consiste en coordinar, supervisar y aplicar las políticas de seguridad de la OTAN. El director de la Seguridad es el principal consejero del secretario general en materia de seguridad, dirige el Servicio de Seguridad del cuartel general y es responsable de la coordinación general de la seguridad en el seno de la OTAN.


Pero lo más importante es que preside el Comité de Seguridad de la alianza atlántica, órgano que reúne regularmente a los jefes de los servicios de seguridad de los países miembros de la OTAN para discutir sobre cuestiones de espionaje, terrorismo, subversión y otras amenazas, entre ellas el comunismo en Europa occidental, que pudieran representar un peligro para la OTAN.
En Alemania, el investigador Erich Schmidt Eenboom reveló que los jefes de los servicios secretos de varios países de Europa occidental, sobre todo los de España, Francia, Bélgica, Italia, Noruega, Luxemburgo y Gran Bretaña, se habían reunido varias veces a finales del año 1990 para elaborar una estrategia de desinformación que debía contrarrestar las numerosas revelaciones sobre Gladio [10].


Aquellas reuniones se desarrollaron al parecer en el muy secreto Buró de Seguridad. «El hecho que las estructuras clandestinas de Gladio fuesen coordinadas por un comité internacional de seguridad que se componía únicamente de representantes de los servicios secretos», resalta el diario portugués Expresso, «plantea otro problema: el de la soberanía nacional de cada uno de los Estados». Durante la guerra fría, ciertos servicios de inteligencia actuaban fuera de todo marco democrático. «Parece como si varios gobiernos europeos hubiesen perdido el control de sus servicios secretos» mientras que la OTAN mantenía, por su parte, relaciones particularmente estrechas con los servicios secretos militares de cada uno de los Estados miembros. «Parece evidente que la OTAN aplica un principio de confianza restringida. Según esa doctrina, ciertos gobiernos no son lo suficientemente activos en la lucha contra el comunismo así que no es de utilidad informarlos sobre las actividades del ejército secreto de la OTAN.» [11].
Bajo el título «Manfred Worner habla sobre el Gladio», la prensa portuguesa publicó detalles suplementarios sobre la reunión del 7 de noviembre. «El secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Worner, explicó a los embajadores de los 16 países aliados de la OTAN la función de la red secreta –que fue creada en los años 1950 con el fin de organizar la resistencia ante la eventualidad de una invasión soviética.»


Tras las puertas cerradas, «Worner confirmó que el comando militar de las fuerzas aliadas, el Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), coordina las actividades de la “Red Gladio”, instaurada por los servicios secretos de los diferentes países de la OTAN, a través de un comité creado en 1952 y presidido actualmente por el general Raymond Van Calster, jefe de los servicios secretos militares belgas», posteriormente se supo que se trataba del ACC. Según el diario, «la estructura se creó en Italia antes de 1947, más tarde redes similares se crearon en Francia, Bélgica, el Reino Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Grecia». «El secretario general reconoció también que el SHAPE había proporcionado “informaciones falsas” negando la existencia de esa red secreta, pero se negó a explicar las numerosas contradicciones en las que se enredaron numerosos gobiernos al confirmar o negar la realidad sobre las redes Gladio en sus respectivos países». [12]


En medio de la tormenta, la prensa trató repetidamente de obtener una explicación, o al menos algún comentario, de la más alta autoridad civil de la alianza atlántica, el secretario general de la OTAN Manfred Worner. Pero, conforme a la política de la alianza que consistía en no pronunciarse sobre secretos militares, Worner rechazó todos los pedidos de entrevistas [13]. El término «secretos militares» focalizó la atención de los periodistas, que empezaron entonces a buscar ex responsables de la OTAN ya retirados que pudiesen expresarse con más libertad sobre el caso. Joseph Luns, un ex diplomático de 79 años que había ocupado las funciones de secretario general de la OTAN desde 1971 hasta 1984, concedió una entrevista telefónica a varios reporteros desde su apartamento en Bruselas. Afirmó no haber sido informado nunca de la existencia de la red secreta, hasta que se había enterado, en fecha reciente, a través de la prensa: «Yo nunca había oído hablar de eso a pesar de que ejercí algunas responsabilidades en el seno de la OTAN».


Luns admitió, sin embargo, haber sido puesto al tanto «de forma limitada» en ocasión de operaciones especiales y estimó como «poco probable pero no imposible» que Gladio hubiera podido existir sin que él lo supiera [14]. «El único organismo internacional que ha funcionado es la OTAN, simplemente porque se trata de una alianza militar y porque nosotros estábamos al mando », respondió un día el presidente estadounidense Richard Nixon [15].


Hacía notar, con toda razón, que aunque la OTAN tenía su sede europea en Bélgica, su verdadero cuartel general estaba en Washington, en el Pentágono. Desde la creación de la alianza atlántica, el comandante en jefe de la zona Europa, el SACEUR (Supreme Allied Commander Europe), que ejerce sus funciones desde su cuartel general, el SHAPE, con sede en Casteau (Bélgica), fue siempre un general estadounidense. Los europeos podían, por su parte, nombrar al más alto responsable civil, el secretario general. Pero, desde la nominación del general Dwight Eisenhower como primer SACEUR, la más alta función militar en Europa estuvo sistemáticamente en manos de oficiales estadounidenses. [16]


Thomas Polgar, oficial de la CIA en retiro, confirmó, después de que se descubriera la existencia de los ejércitos secretos en Europa occidental, que la coordinación de dichos ejércitos estaba a cargo de «una especie de grupo de planificación de guerra no convencional» vinculado a la OTAN [17]. Sus palabras fueron confirmadas por la prensa alemana cuando esta subrayó que, durante todo el periodo de la guerra fría, ese departamento secreto de la OTAN estuvo bajo control estadounidense. «Las misiones de los ejércitos secretos son coordinadas por la “Sección de Fuerzas Especiales”, que se encuentra en un ala altamente vigilada del cuartel general de la OTAN en Casteau», reportó un diario alemán. «Una puerta gris de acero que se abre como la caja fuerte de un banco y mediante una combinación cifrada impide el acceso de toda persona no autorizada.


Los oficiales de los demás departamentos invitados a penetrar allí tienen que presentarse en una ventanilla oscura en la que son sometidos a un control. La Sección de Fuerzas Especiales está bajo la dirección de oficiales británicos y estadounidenses exclusivamente y la mayoría de los documentos que allí circulan llevan la inscripción “American eyes only” (Únicamente para el personal americano)» [18].


Para contrarrestar la influencia de los partidos comunistas en ciertos países de Europa occidental, la OTAN había emprendido, desde su creación al término de la Segunda Guerra Mundial, una guerra secreta no convencional. Según los descubrimientos de la investigación parlamentaria belga sobre el Gladio, esa lucha comenzó incluso antes de la fundación de la alianza atlántica, bajo la coordinación, a partir de 1948, del “Clandestine Committee of the Western Unión” (CCWU) o Comité Clandestino de la Unión Occidental. Según la prensa, todas las «naciones [participantes en Gladio] eran miembros del CCWU y asistían regularmente a reuniones a través de un representante de sus servicios secretos. Estos estaban generalmente en contacto directo con las estructuras stay-behind» [19].


En 1949, al firmarse el Tratado del Atlántico Norte, el CCWU fue secretamente incorporado al nuevo aparato militar internacional y operó, a partir de 1951, bajo la nueva apelación de CPC. En aquella época, el cuartel general europeo de la OTAN se encontraba en Francia y el CPC tenía su sede en París. Como antes lo había hecho el CCWU, el Comité se encargaba de la planificación, la preparación y la dirección de las operaciones de guerra no convencional que realizaban los ejércitos stay-behind y las Fuerzas Especiales. Sólo los oficiales que disponían de autorizaciones emitidas por el nivel superior estaban autorizados a penetrar en la sede del CPC donde, bajo la vigilancia de los expertos de la CIA y del MI6, se reunían varias veces al año los jefes de los servicios secretos de los Estados de Europa occidental para coordinar las operaciones de guerra clandestina que se desarrollaban en toda la parte occidental del continente.


En 1966, cuando el presidente de la República Francesa Charles de Gaulle expulsó a la OTAN de Francia, el cuartel general europeo de la alianza atlántica tuvo que mudarse de París a Bruselas, lo cual provocó la cólera del presidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson. En el más absoluto secreto, el CPC también se mudó para Bélgica, como se reveló gracias a la investigación sobre el Gladio belga [20]. La histórica expulsión de la OTAN del territorio francés ofreció entonces una primera imagen real de los oscuros secretos de la alianza atlántica. Para Philip Willan, especialista en operaciones secretas: «La existencia de protocolos secretos de la OTAN que implicaban a los servicios secretos de los países firmantes y que tenían como objetivo evitar que los comunistas tuviesen acceso al poder se divulgó por vez primera en 1966, cuando el presidente De Gaulle decidió retirarse del comando conjunto de la OTAN y denunció esos protocolos como una violación de la soberanía nacional» [21].


Si los documentos originales de los protocolos anticomunistas secretos de la OTAN siguen siendo confidenciales, las especulaciones sobre su contenido no dejaron de multiplicarse como consecuencia del descubrimiento de la existencia de los ejércitos secretos stay-behind. En un artículo dedicado al Gladio, el periodista estadounidense Arthur Rowse escribió que «una cláusula secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949 estipulaba que todo país candidato a la adhesión tenía que haber instaurado anteriormente una autoridad de Seguridad Nacional encargada de dirigir la lucha contra el comunismo por grupos clandestinos de ciudadanos» [22].
Un especialista italiano en servicios secretos y operaciones clandestinas, Giuseppe de Lutiis, descubrió que en el momento de su integración a la OTAN, en 1949, Italia firmó, además del Pacto Atlántico, una serie de protocolos secretos que estipulaban la creación de una organización no oficial «encargada de garantizar el alineamiento de la política interna italiana con la del bloque occidental por todos los medios necesarios, incluso en que caso de que la población llegara a manifestar una inclinación divergente» [23].


El historiador italiano especializado en el Gladio, Mario Coglitore, ha confirmado también la existencia de esos protocolos secretos de la OTAN [24]. Después de las revelaciones de 1990, un ex oficial de inteligencia de la OTAN, que puso énfasis en conservar el anonimato, llegó a afirmar que esos documentos protegían explícitamente a los miembros de la extrema derecha considerados útiles en la lucha contra los comunistas. El presidente de los Estados Unidos Truman y el canciller alemán Adenauer al parecer «firmaron un protocolo secreto durante la adhesión de la RFA a la OTAN, en 1955, en el que se estipulaba que las autoridades de Alemania Occidental se abstendrían de emprender acciones judiciales contra reconocidos extremistas de derecha» [25].


El general italiano Paolo Inzerilli, quien dirigió el Gladio en su país desde 1974 hasta 1986, subrayó que los «omnipresentes americanos» controlaban el CPC secreto que se hallaba a cargo de la coordinación de la guerra clandestina. Según el general Inzerilli, el Comité había sido fundado «por orden del comandante en jefe de la OTAN en Europa. Era [el Comité] el intermediario entre el SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa y los servicios secretos de los Estados miembros para las cuestiones de guerra no convencional» [26].
Estados Unidos controlaba el CPC, con sus vasallos británicos y franceses, y constituía juntos a estos últimos una “Comisión Ejecutiva” en el seno del Comité. «Las reuniones se sucedían al ritmo de una o dos al año en el cuartel general del CPC, en Bruselas, y los asuntos del orden del día se debatían entre la “Comisión Ejecutiva” y los responsables militares», testimonió Inzirelli [27].


«La coordinación entre las acciones de nuestra red stay-behind y las de las estructuras clandestinas análogas en Europa la hacía el CPC, el Coordination and Planning Comité [Comité de Planificación y Coordinación] del SHAPE, el cuartel general de las potencias aliadas en Europa», explicó el general italiano Gerardo Serravalle. Predecesor del general Inzirelli, el general Serravalle había tenido bajo sus órdenes el Gladio en Italia entre 1971 y 1974. Serravalle contó que «durante los años 1970, los miembros del CPC eran los oficiales responsables de las estructuras secretas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia. Esos representantes de las redes clandestinas se reunían cada año en una de las capitales europeas [28]


Altos responsables de la CIA asistían a cada una de esas reuniones. «Siempre había representantes de la CIA en las reuniones de los ejércitos stay-behind», recuerda Serravalle. «Pertenecían a la estación CIA de la capital donde se desarrollaba la reunión y no participaban en las votaciones» [29]. «La “Directiva SHAPE” desempeñaba el papel de referencia oficial, por no decir de doctrina para las redes stay-behind», explica el general Serravalle en su libro dedicado al Gladio. Precisa también que las grabaciones del CPC, que él mismo pudo consultar pero que siguen siendo confidenciales, «abordan [sobre todo] el entrenamiento de los miembros del Gladio en Europa, cómo activarlos desde el cuartel general secreto en caso de ocupación del conjunto del territorio nacional y otras cuestiones técnicas como, por citar la más importante, la unificación de los diferentes sistemas de comunicación entre las bases stay-behind » [30].


Paralelamente al CPC, un segundo puesto de mando secreto que funcionaba como un cuartel general stay-behind fue creado por la OTAN a principios de los años 1950 bajo el nombre de ACC. Al igual que el CPC, el ACC estaba en contacto directo con el SACEUR, que a su vez estaba bajo control estadounidense. Según las conclusiones de la investigación belga sobre Gladio, el ACC fue creado en 1955 y se encargó de «la coordinación de las redes “stay-behind” en Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Gran Bretaña y en Estados Unidos». Según el informe sobre la investigación belga, en tiempo de paz las funciones del ACC «incluían la elaboración de directivas destinadas a la red, el desarrollo de sus capacidades secretas y el establecimiento de bases en Gran Bretaña y Estados Unidos.


En caso de guerra, se suponía que debía preparar acciones stay-behind conjuntamente con el SHAPE; a partir de ahí, los organizadores tenían que activar las bases clandestinas y preparar las operaciones» [31]. El comandante del Gladio italiano, Inzirelli, afirma que «las relaciones en el seno del ACC eran totalmente diferentes» a las que existían en el CPC. «La atmósfera era claramente más relajada y amigable que en el CPC.» El ACC, fundado en cumplimiento de «una orden expresa del SACEUR al CPC», al parecer «se convirtió en una ramificación» de este último [32].


Parece que ese organismo sirvió sobre todo como un foro donde se compartía la experiencia del Gladio entre los jefes de los servicios secretos: «El ACC era un comité esencialmente técnico, un foro donde uno podía intercambiar información y experiencias, mencionar los medios disponibles o en estudio, compartir sus conocimientos sobre las redes, etc…» El general Inzirelli recuerda: «Nos hacíamos favores mutuamente. Cada uno de nosotros sabía que si le hacía falta un experto en explosivos, en telecomunicaciones o en represión para una operación, podía dirigirse sin problemas a un colega extranjero ya que los agentes habían recibido el mismo entrenamiento y utilizaban el mismo tipo de equipamiento» [33].


Los radiotransmisores llamados Harpoon eran parte del equipamiento de todos los miembros del ACC. La firma alemana AEG Telefunken los había concebido y fabricado a mediados de los años 1980, por orden del comité de dirección de Gladio, a un costo total de 130 millones de marcos, para reemplazar un sistema de comunicaciones que se había hecho obsoleto. El sistema Harpoon podía transmitir y recibir mensajes radiales codificados a una distancia de 6 000 kilómetros permitiendo así la comunicación entre las redes stay-behind que se encontraban a ambos lados del Atlántico. «El único equipamiento que tienen en común todos los miembros del ACC es el famoso radiotransmisor Harpoon», reveló Van Ussel, un miembro del Gladio belga que había utilizado ese equipo personalmente en los años 1980, cuando era un miembro activo de la organización.


Según Van Ussel, «ese sistema se utilizaba regularmente para transmitir mensajes entre las bases y los agentes (en particular durante los ejercicios de comunicación por radio), pero estaba destinado sobre todo a la transmisión de información de inteligencia en caso de ocupación» [34]. El ACC disponía de bases en todos los países europeos, incluyendo una en el Reino Unido. Desde esas bases se podía activar y dirigir las unidades presentes en los territorios ocupados. Al parecer, el ACC editaba manuales destinados a los miembros de Gladio. Estos manuales indicaban los procedimientos comunes a seguir en la realización de acciones clandestinas, las comunicaciones radiales codificadas y el salto de frecuencia así como el abastecimiento por vía aérea y los aterrizajes.


El ACC tenía un sistema de presidencia rotativa con un mandato de 2 años. En 1990, dicha presidencia estaba en manos de Bélgica. La reunión del ACC que tuvo lugar durante los días 23 y 24 de noviembre se desarrolló bajo la presidencia del general de división Raymond Van Calster, jefe del SGR, los servicios secretos militares belgas. El general Inzirelli recordó que «al contrario del CPC, el ACC no tenía una dirección establecida y permanente. La presidencia del Comité se asumía por 2 años y rotaba entre todos los miembros, por orden alfabético». Por esa razón, el ACC no estaba sometido «al mismo dominio de las grandes potencias». Inzirelli afirmó que él prefirió trabajar en el ACC en vez de hacerlo en el CPC, bajo control de los estadounidenses: «Tengo que reconocer, por haberlo presidido yo mismo durante 2 años, que el ACC era un comité verdaderamente democrático» [35].


En el marco de toda investigación exhaustiva sobre la Operación Gladio y las redes stay-behind, salta a la vista la importancia de las transcripciones y grabaciones de las reuniones del CPC y del ACC como fuentes esenciales. Desgraciadamente, a pesar de los años transcurridos desde el descubrimiento de esa red altamente secreta, las autoridades de la OTAN se han limitado, al igual que en 1990, a oponer el silencio o el rechazo a las exigencias del público en ese sentido. Al realizar nuestra propia investigación, durante el verano del año 2000, cuando nos pusimos en contacto con el servicio de archivos de la OTAN para solicitar acceso a informaciones suplementarias sobre Gladio, esencialmente sobre el CPC y el ACC, recibimos la siguiente respuesta: «Después de haber verificado en nuestros archivos, no existe huella alguna de los comités que usted menciona».


Cuando insistimos, el servicio de archivos nos respondió: «Le confirmo nuevamente que los comités que usted menciona nunca han existido en el seno de la OTAN. Además, la organización que usted llama “Gladio” nunca ha formado parte de la estructura militar de la OTAN» [36]. Llamamos entonces al Buró de Seguridad de la OTAN, pero nunca pudimos hablar con su director. Ni siquiera pudimos conocer su identidad, clasificada como “confidencial”. La señora Isabelle Jacobs nos informó que era altamente improbable que lográsemos obtener respuestas a nuestras preguntas sobre un tema tan sensible como el Gladio y nos aconsejó que transmitiéramos nuestro pedido por escrito a través de la embajada de nuestro país de origen.
Fue así que, después de que la Misión Suiza de Observación en Bruselas transmitiera a la OTAN nuestras preguntas sobre el caso Gladio, el embajador de Suiza Anton Thalmann nos respondió que sentía informarnos que «Ni yo ni mi personal tenemos conocimiento de la existencia de los comités secretos de la OTAN que menciona usted en su carta» [37].

Nuestras preguntas eran: «¿Cuál es el vínculo entre la OTAN, el Clandestine Planning Committee (CPC) y el Allied Clandestine Committee (ACC)? ¿Qué papel desempeñan el CPC y el ACC? ¿Qué vínculo existe entre el CPC, el ACC y el Buró de Seguridad de la OTAN?» El 2 de mayo de 2001 recibimos una respuesta de Lee McClenny, director del servicio de prensa y comunicación de la OTAN.


En su carta, McClenny afirmaba que «Ni el Allied Clandestine Committee, ni el Clandestine Planning Committee aparecen en la documentación de la OTAN, confidencial o no, que he consultado.» Y agregaba: «Además, no he podido encontrar a nadie que trabaje aquí que haya oído hablar de esos comités. Ignoro si tales comités han existido alguna vez en la OTAN, lo que sí es seguro es que no es el caso hoy en día» [38]. Nuevamente insistimos y preguntamos: «¿Por qué el vocero de la OTAN Jean Marcotta negó categóricamente, el 5 de noviembre de 1990, todo vínculo entre la OTAN y el Gladio, palabras que fueron desmentidas dos días después por un segundo comunicado?». La respuesta de Lee McCleny fue: «No estoy al corriente de la existencia de vínculos entra la OTAN y la Operación Gladio. Además, no encuentro a nadie con el nombre de Jean Marcotta en la lista de voceros de la OTAN» [39]. Se mantenía el misterio.


La CIA, la agencia de inteligencia más poderosa del mundo, no se mostró más inclinada a cooperar que la mayor alianza militar del mundo si se trataba de abordar la delicada cuestión del Gladio y de los ejércitos stay-behind. Fundada en 1947, dos años antes de la creación de la OTAN, la principal tarea de la CIA durante la guerra fría consistió en combatir el comunismo a lo largo y ancho del planeta mediante la realización de operaciones secretas cuyo objetivo era extender la influencia de los Estados Unidos. El presidente Nixon indicó una vez que «acciones clandestinas» eran para él «aquellas actividades que, aunque están destinadas a favorecer los programas y políticas de los Estados Unidos en el extranjero, se planifican y ejecutan de forma tal que el público no vea en ellas la mano del gobierno americano» [40].


Historiadores y analistas políticos han descrito posteriormente de forma detallada la manera como la CIA y las Fuerzas Especiales estadounidenses influyeron en la evolución política y militar de numerosos países de América Latina mediante guerras secretas y no declaradas. Entre los hechos más destacados podemos citar el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1954; el fracasado desembarco en Bahía de Cochinos, en 1961, que debía provocar la destitución de Fidel Castro; el asesinato de Ernesto Che Guevara en Bolivia, en 1967; el golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende y la instalación en el poder del dictador Augusto Pinochet, en 1973; así como el financiamiento de los Contras en Nicaragua, después de la revolución sandinista de 1979. [41]


Además de esas acciones en el continente sudamericano, la CIA intervino también en numerosas ocasiones en Asia y en África derrocando el gobierno de Mossadegh en Irán, en 1953; apoyando la política de apartheid en Sudáfrica, lo cual condujo al encarcelamiento de Nelson Mandela; ayudando a Ben Laden y al-Qaeda en Afganistán, durante la invasión soviética de 1979; y apoyando al líder khmer rojo Pol Pot desde la bases que había conservado en Cambodia, después de la derrota estadounidense en Vietnam, en 1975. Desde un punto de vista estrictamente técnico, el departamento de operaciones secretas de la CIA corresponde a la definición de organización terrorista que hace el FBI. El “terrorismo” es, según el FBI, «el uso ilegal de la fuerza o de la violencia contra personas o bienes con el fin de intimidar y obligar a un gobierno, una población civil o un segmento de ésta última a perseguir ciertos objetivos políticos o sociales» [42].


A mediados de los años 1970, cuando el Congreso de los Estados Unidos descubrió que la CIA y el Pentágono habían extendido sus propios poderes casi más allá de todo control, sobrepasándolos incluso en numerosas ocasiones, el senador estadounidense Frank Church hizo, con bastante buen tino, el siguiente comentario: «La multiplicación de los abusos cometidos por nuestros servicios de inteligencia es reveladora de un fracaso más general de nuestras instituciones fundamentales». El senador Church presidía una de las 3 comisiones del Congreso que recibieron la misión de investigar sobre los actos de los servicios secretos estadounidenses y cuyos informes, presentados a mediados de los años 1970, constituyen hoy en día une referencia autorizada en lo tocante a las guerras secretas de Washington [43].


Sin embargo, el impacto de las investigaciones del Congreso estadounidense fue limitado y los servicios secretos siguieron abusando de sus prerrogativas, con el apoyo de la Casa Blanca, como quedó demostrado durante el escándalo del Irángate, en 1986. Aquello llevó a la historiadora Kathryn Olmsted a plantearse la siguiente «pregunta crucial»: «¿Por qué, después de haber emprendido su investigación, la mayoría de los periodistas y miembros del Congreso renunciaron a desafiar el gobierno secreto?» [44]


Mientras se desarrolla en Estados Unidos el debate sobre la existencia o no de un «gobierno de la sombra», el fenómeno Gladio prueba que la CIA y el Pentágono han operado repetidamente fuera de todo control democrático durante la guerra fría, e incluso después del derrumbe del comunismo, sin tener nunca que rendir cuentas sobre sus intrigas. Durante una entrevista concedida a la televisión italiana en diciembre de 1990, el almirante Stanfield Turner, director de la CIA de 1977 a 1981, se negó de plano a hablar del escándalo Gladio. Cuando los periodistas, que tenían en mente la gran cantidad de víctimas de los numerosos atentados perpetrados en Italia, trataron de insistir, el ex jefe de la CIA se quitó el micrófono con furia y gritó: «¡Dije que cero preguntas sobre Gladio!», poniendo así fin a la entrevista [45].


Ex oficiales de la CIA de menos rango aceptaron de mejor grado hablar de los secretos de la guerra fría y de las operaciones ilegales de la agencia estadounidense. Entre ellos, Thomas Polgar, quien se retiró en 1981, al cabo de 30 años de servicio. En 1991, Polgar prestó testimonio contra la nominación de Robert Gates a la cabeza de la CIA, reprochándole el hecho de haber enmascarado el escándalo del Irángate. Interrogado sobre los ejércitos secretos en Europa, Polgar explicó, refiriéndose implícitamente al CPC y al ACC, que la coordinación de los programas stay-behind estaba en manos de «una especie de grupo de planificación de guerra no convencional vinculado a la OTAN».


En sus cuarteles generales secretos, los jefes de los ejércitos secretos nacionales «se reunían cada 2 o 3 meses, siempre en una capital diferente». Polgar subraya que «cada servicio nacional lo hacia con mayor o menor celo», aunque admite que «en los años 1970 en Italia, algunos fueron incluso más lejos de lo que exigía la carta de la OTAN» [46]. El periodista Arthur Rowse, ex colaborador del Washington Post, dio a conocer «Las lecciones de Gladio» en un ensayo dedicado al tema: «Mientras el pueblo estadounidense siga ignorando todo ese oscuro capítulo de las relaciones exteriores de los Estados Unidos eso no incitará realmente a las agencias responsables de esta situación a cambiar de comportamiento. El fin de la guerra fría no cambió gran cosa en Washington. Estados Unidos (…) sigue esperando con impaciencia un verdadero debate nacional sobre los medios, los objetivos y los costos de nuestras políticas federales de seguridad» [47].


Especializados en el estudio de las operaciones clandestinas de la CIA y de los secretos de la guerra fría, los investigadores del instituto privado e independiente de investigación National Security Archive de la universidad George Washington, en Washington, presentaron a la CIA, el 15 de abril de 1991, un pedido basado en la Freedom of Information Act (FOIA). Según los términos de esta ley sobre la libertad de información, todos los servicios del gobierno estadounidense están obligados a justificar ante la ciudadanía la legalidad de sus actos. Malcolm Byrne, vicedirector de investigación del National Security Archive, solicitaba a la CIA el acceso a «todos los archivos vinculados (…) a las decisiones del gobierno estadounidense, tomadas probablemente entre 1951 y 1955, sobre el financiamiento, el apoyo o la colaboración con todo ejército secreto, con toda red o con cualquier otra unidad, creados con el objetivo de resistir ante una posible invasión de Europa occidental por parte de potencias bajo dominio comunista o de realizar operaciones de guerrilla en países de Europa occidental ante la hipótesis de que éstos se encontraran bajo el control de partidos o de regimenes comunistas, de izquierda o que gozaran del apoyo de la Unión Soviética».


Byrne agregaba: «Le ruego que incluya usted en su búsqueda todo documento que mencione actividades conocidas bajo el nombre de “Operación Gladio”, en particular en Francia, en Alemania y en Italia» [48]. Byrne precisaba, con toda razón, que «todos los documentos obtenidos como consecuencia de este pedido ayudarán a dar a conocer al público la política exterior de los Estados Unidos en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, así como el impacto del conocimiento, análisis y adquisición de datos de inteligencia en la política estadounidense de la época». Pero la CIA se negó a cooperar y, el 18 de junio de 1991, presentó la siguiente respuesta: «La CIA no puede confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de archivos que respondan a los criterios de su pedido». Byrne trató de reclamar ante la negativa de la CIA a proporcionarle información sobre Gladio pero su gestión fue impugnada.


La CIA fundamentó su negativa a cooperar invocando dos dispensas que permiten bloquear la aplicación de la ley sobre la libertad de información y que sirven prácticamente para cubrir cualquier cosa ya que excluyen cualquier documento «clasificado como “confidencial” en virtud de una decisión tomada por el Ejecutivo en interés de la Defensa Nacional o de la política exterior» (Dispensa B1) o a título de las «obligaciones inherentes al estatus del director de proteger la confidencialidad de las fuentes y métodos de inteligencia, tales como la organización, las funciones, nombres, títulos oficiales, ingresos y número de los empleados de la Agencia, conforme a la National Security Act de 1947 y a la CIA Act de 1949» (Dispensa B3).


Los responsables europeos no navegaron con más fortuna cuando trataron de enfrentarse al gobierno secreto. En marzo de 1995, una comisión del Senado italiano presidida por Giovanni Pellegrino, comisión que había realizado una investigación sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en Italia, presentó a la CIA un pedido FOIA. Los senadores italianos pedían acceso a todos los archivos vinculados a las Brigadas Rojas y al secuestro de Aldo Moro para aclarar si, en el marco de su programa de intromisión en los asuntos de Italia, la CIA había infiltrado el grupo terrorista de extrema izquierda antes de que este asesinara al ex primer ministro italiano y líder de la democracia cristiana italiana Aldo Moro, en 1978.


La CIA se negó a cooperar, invocando las dispensas B1 y B3 y rechazó, en mayo de 1995, todos los pedidos de acceso presentados agregando que dicho rechazo «no confirmaba ni negaba la existencia o la inexistencia en los archivos de la CIA de los documentos solicitados». La prensa italiana subrayó lo embarazoso de aquel rechazo y tituló: «La CIA rechaza pedido de asistencia de la Comisión parlamentaria. Secuestro de Moro, secreto de Estado en Estados Unidos» [49].


El segundo pedido de información sobre Gladio proveniente de un gobierno europeo fue presentado a la CIA por el gobierno de Austria en enero de 2006, como consecuencia del descubrimiento de varios escondites de armas “altamente secretos” que la CIA había preparado para el Gladio en montañas y bosques de aquel país, a pesar de la neutralidad de Austria. Representantes del gobierno estadounidense respondieron que Estados Unidos correría con los gastos ocasionados por el desenterramiento y la recogida del equipamiento de las redes [50].

La investigación austriaca estuvo a cargo de los servicios del ministro del Interior Mickael Sika, quien presentó su informe final sobre los depósitos de municiones de la CIA el 28 de noviembre de 1997 al declarar: «No es posible llegar con certeza a ninguna conclusión en lo tocante a los escondites de armas y el uso al que estaban destinadas».
Por lo tanto: «Para aclarar totalmente el caso sería necesario disponer de los documentos vinculados a éste, especialmente los que se encuentran en Estados Unidos» [51]. Un miembro de la Comisión, Oliver Rathkolb, de la universidad de Viena, presentó entonces un pedido FOIA cuyo objetivo era obtener acceso a los archivos de la CIA. Pero en 1997, el comité de divulgación de la agencia opuso un nuevo rechazo que invocaba nuevamente las dispensas B1 y B3 dejando así a los austriacos con la amarga impresión de que la CIA no estaba obligada a rendir cuentas ante nadie.


Siendo esta la única posibilidad de obtener acceso a los archivos vinculados al Gladio, nosotros mismos presentamos a la CIA un pedido FOIA el 14 de diciembre de 2000. Dos semanas más tarde recibimos una respuesta evasiva a nuestro pedido «vinculado a la “Operación Gladio”»: «La CIA no puede confirmar ni negar la existencia o la inexistencia de documentos que correspondan a su pedido». Al invocar las dispensas restrictivas B1 y B3, la coordinadora encargada de la información y de las cuestiones vinculadas al respeto de la vida privada, la señora Kathryn I. Dyer nos negó el acceso a las informaciones sobre la Operación Gladio [52].

Nosotros hicimos oposición a aquella decisión señalando que: «Los documentos retenidos deben publicarse en virtud de la ley FOIA sobre la libertad de expresión ya que las cláusulas B1 y B2 sólo pueden aplicarse a las operaciones de la CIA que siguen siendo secretas».
Seguidamente demostrábamos que el Gladio no se encontraba ya en ese caso, precisando los datos que ya habíamos recogido anteriormente durante nuestras investigaciones, y concluimos: «Si usted, señora Dyer, invoca en este contexto las cláusulas restrictivas B1 y B3, está usted privando a la CIA de la posibilidad de expresarse sobre informaciones relativas al caso Gladio, [informaciones] que de todas maneras serán reveladas, decida o no la CIA intervenir » [53].


En febrero de 2001, la CIA nos respondió: «Su apelación ha sido aceptada y se tomarán disposiciones para que la examinen los miembros del comité de divulgación de la Agencia. Usted será informado de la decisión que se tome.» Al mismo tiempo, la CIA precisó que aquella comisión procesaba los pedidos en función de la fecha en que habían sido presentadas y que «en este momento, tenemos alrededor de 315 apelaciones por examinar» [54]. Nuestro pedido sobre la red Gladio quedaba así en espera, debajo del montón. En el momento en que redactamos este libro la comisión seguía sin dar respuesta [55].


Después de la OTAN y la CIA, la tercera organización en orden de importancia implicada en la operación stay-behind era el MI6 británico. En 1990, el MI6 no adoptó posición alguna sobre el caso Gladio debido a una legendaria obsesión por el secreto. La existencia misma del MI6 no fue admitida oficialmente hasta 1994, con la publicación de la Intelligence Services Act que estipulaba que la misión de ese servicio consistía en obtener información de inteligencia y ejecutar acciones secretas en el extranjero.


Mientras que el ejecutivo británico y el MI6 se negaban a hacer cualquier comentario, Rupert Allason, miembro del partido conservador, redactor del Intelligence Quarterly Magazine bajo el seudónimo de Nigel West y autor de varios libros sobre los servicios británicos de seguridad, confirmó, en noviembre de 1990, en pleno apogeo del escándalo Gladio y en una entrevista telefónica concedida a la Associated Press: «Estábamos, y seguimos estando todavía, fuertemente implicados (…) en esas redes».


West explicó que Gran Bretaña «participó, claro está, junto a los estadounidenses, en el financiamiento y la dirección» de varias redes y que también participaba en el marco de la colaboración entre el MI6 y la CIA: «Son las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses las que dieron origen al proyecto». West afirmó que, a partir de 1949, el accionar de los ejércitos stay-behind había sido coordinado por la Estructura de Comando y Control de las Fuerzas Especiales de la OTAN, en cuyo seno el Special Air Service (SAS) desempeñaba un papel estratégico [56].


«La responsabilidad de Gran Bretaña en la creación de las redes stay-behind en toda Europa es absolutamente fundamental», reportó la BBC, con cierto retraso, en su edición vespertina del 4 de abril de 1991. El presentador de noticias John Simpson acusó al MI6 y al ministerio de Defensa británico de no divulgar toda la información que tenían sobre el tema «en momentos en que las revelaciones sobre Gladio han provocado que se descubriera la existencia de ejércitos stay-behind en otros países europeos –en Bélgica, Francia, Holanda, España, Grecia y Turquía. Hasta en países neutrales como Suecia y Suiza la cuestión dio lugar a un debate público. En ciertos casos se han abierto investigaciones oficiales.


En cambio, nada se ha hecho todavía en Gran Bretaña. Sólo hemos tenido los acostumbrados comunicados del ministerio de Defensa que no quiere comentar las cuestiones de Seguridad Nacional» [57]. Simpson declaró que después de la caída del Muro de Berlín los británicos habían podido conocer, con una mezcla de horror y fascinación, los complots y las operaciones de terrorismo urdidos por la Stasi, la Securitate y otros servicios secretos de Europa oriental. «¿Es posible que nuestro bando haya cometido actos comparables? ¡Nunca!», comentó con ironía antes de llamar la atención hacia los servicios de seguridad de Europa occidental: «Pero ahora empiezan a aparecer informaciones sobre los abusos que pudieran haber cometido la mayoría de los servicios secretos de los miembros de la OTAN.


En Italia, una comisión parlamentaria ha recibido la misión de investigar las acciones de un ejército secreto creado por el Estado con el objetivo de resistir en caso de invasión soviética. La investigación ha permitido descubrir la existencia de fuerzas armadas clandestinas similares en toda Europa. Pero el grupo italiano, conocido bajo el nombre de Gladio, es sospechoso de haber participado en una serie de atentados terroristas» [58].


La BBC no logró obtener de los responsables del gobierno ninguna reacción sobre el escándalo Gladio. La confirmación oficial de la implicación del MI6 sólo llegó años más tarde y en un contexto más bien sui generis: en un museo. En julio de 1995, se inauguró en el Imperial War Museum de Londres una nueva exposición permanente titulada «Las guerras secretas». «Todo lo que usted puede ver en esta exposición es parte de los secretos mejor guardados de este país», se aseguraba a los visitantes en la entrada. «Por vez primera se revelan al público. Y lo más importante, todo es verídico… la realidad es mucho más increíble y apasionante que la ficción.»
En una de las vitrinas dedicadas al MI6 un discreto comentario confirmaba que: «Los preparativos con vistas a una Tercera Guerra Mundial incluían la creación de comandos stay-behind equipados para operar detrás de las líneas enemigas en caso de invasión soviética en Europa occidental». En la misma vitrina, se exhibía una gran caja llena de explosivos con la siguiente explicación: «Explosivos concebidos especialmente por el MI6 para ser escondidos en territorios susceptibles de pasar al enemigo. Podían mantenerse enterrados durante años sin sufrir la menor alteración.»


Junto a un manual sobre técnicas de sabotaje destinado a los comandos stay-behind se podía leer: «En la zona británica de ocupación en Austria, oficiales de la Marina Real fueron destacados especialmente para preparar escondites de armas en regiones de montaña y colaborar con agentes reclutados en el terreno» [59]
Varios ex oficiales del MI6 interpretaron aquella exposición como una señal de que podían hablar en lo adelante sobre la Operación Gladio. Meses después de la inauguración, los ex oficiales Giles y Preston, ambos de la Marina Real, los únicos agentes del MI6 cuyos nombres se mencionaban en la exposición junto a una fotografía tomada «en los Alpes austriacos, 1953-1954», confirmaron al escritor Michael Smith que a finales de los años 1940 y principios de los años 1950 estadounidenses y británicos habían reclutado unidades stay-behind en Europa occidental en previsión de una invasión soviética.


Giles y Preston fueron enviados a Fort Monckton, no lejos de Portsmouth, en Inglaterra, donde los miembros del Gladio compartían el entrenamiento de los hombres des SAS bajo la dirección del MI6. Se les entrenaba en codificación [de mensajes], uso de armas de fuego y operaciones secretas. «Teníamos que hacer ejercicios, salir en medio de la noche y simular voladuras de trenes sin que nos descubriera el jefe de la estación de trenes», recuerda Preston. «Nos acercábamos a rastras y hacíamos como si pusiéramos cargas explosivas en el lado derecho de la locomotora». [60]


Giles recuerda haber participado en operaciones de sabotaje contra trenes británicos en servicio como, por ejemplo, el ejercicio que tuvo lugar en la estación de Eastleigh: «Poníamos ladrillos en las locomotoras para simular las cargas de explosivo plástico. Recuerdo hileras e hileras de vagones enteramente recubiertos de una espesa capa de nieve, detenidos en medio de las nubes de vapor. Había patrullas de soldados con perros. En un momento dado, los guardias se acercaron. Tuve entonces que esconderme entre los cilindros de las locomotoras y esperar que pasaran. También quitábamos la tapa de los tanques de aceite de los ejes para echarles arena. Como consecuencia [los ejes] se recalentaban al cabo de algunas decenas de kilómetros» [61].


A los dos agentes no parecía preocuparles que se tratara de trenes públicos en servicio: «No era problema mío», explicó Giles, «sólo estábamos jugando». «Yo tuve que recorrer Greenwich durante 10 días para aprender a cumplir misiones de seguimiento de personas y a despistar a quienes estuviesen siguiéndome a mí, la realidad concreta de la labor del espía», cuenta Preston. Posteriormente, los dos agentes fueron enviados a Austria con la misión de reclutar agentes y entrenarlos y supervisaron la red de «búnkeres subterráneos llenos de armas, ropa y material» que montaban «el MI6 y la CIA» para uso del Gladio austriaco [62].

Al visitar el cuartel general del MI6 al borde del Támesis, en Londres, en 1999, no fue una sorpresa enterarse de que el MI6 tiene por regla no hablar nunca de secretos militares.

(Continuará…)

NOTAS

[1] Diario británico The European, 9 de noviembre de 1990.
[2] Ibid. El representante de la OTAN que presentó la rectificación fue al parecer Robert Stratford. Ver Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich, 1997), p.343.
[3] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
[4] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
[5] Ibid., 30 de enero de 1992.
[6] Ibid., 16 de enero de 1991.
[7] Agencia internacional de prensa Reuters, 15 de noviembre de 1990.
[8] Sin autor especificado, «Gladio. Un misterio de la guerra fría. La trama secreta coordinada por mandos de la Alianza Atlántica comienza a salir a la luz tras cuatro décadas de actividad», diario español El País, 26 de noviembre de 1990.
[9] Sin autor especificado, «El servicio español de inteligencia mantiene estrechas relaciones con la OTAN. Serra ordena indagar sobre la red Gladio en España», diario español El País, 16 de noviembre de 1990.
[10] Erich Schmidt Eenboom, Schnüffler ohne Nase. Der BND. Die unheimliche Macht im Staate (Econ Verlag, Düsseldorf, 1993), p.365.
[11] Diario portugués Expresso, 24 de noviembre de 1990.
[12] Ibid.
[13] Agencia internacional de prensa Reuters, 13 de noviembre de 1990. Diario británico The Independent, 16 de noviembre de 1990.
[14] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990. Agencia internacional de prensa Reuters, 12 de noviembre de 1990. Agencia internacional de prensa Reuters, 15 de noviembre de 1990.
[15] Semanario británico The Independent on Sunday, 21 de junio de 1998. Crítica de un libro sobre Nixon (Nixon in Winter) por la ex asistente de Nixon, Monica Crowley.
[16] Estos fueron sucesivamente: 1951–1952 General Dwight D Eisenhower, US Army; 1952–1953 General Matthew B Ridgway, US Army; 1953–1956 General Alfred M Gruenther, US Army; 1956–1962 General Lauris Norstad, US Air Force; 1963–1969 General Lyman L Lemnitzer, US Army; 1969–1974 General Andrew J Goodpaster, US Army; 1974–1979 General Alexander M Haig Jr, US Army; 1979–1987 General Bernard W Rogers, US Army; 1987–1992 General John R Galvin, US Army; 1992–1993 General John M Shalikashvili, US Army; 1993–1997 General George A Joulwan, US Army; 1997–2000 General Wesley K. Clark, US Army; 2000-2003 General Joseph Ralston, US Air Force; 2003-2006 General James L. Jones, US Marine Corps; 2006-2009 General Bantz J. Craddock, US Army; 2009- Almirante James G. Stavridis, US Navy.
[17] Jonathan Kwitny, «The CIA’s Secret Armies in Europe», publicado en The Nation, 6 de abril de 1992, p.445.
[18] Semanario alemán Der Spiegel, n°47, p.20, 19 de noviembre de 1990.
[19] Pietro Cedomi, «Services Secrets, Guerre Froide et ‘stay-behind’ Part III. Répertoire des réseaux S/B», en la publicación belga Fire! Le Magazine de l’Homme d’Action, noviembre/diciembre de 1991, p.82.
[20] Comisión investigadora parlamentaria sobre Gladio, como aparece resumido en la publicación británica Statewatch, enero/febrero de 1992.
[21] Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in Italy (Constable, Londres, 1991), p.27.
[22] Arthur Rowse, «Gladio: The Secret US War to subvert Italian Democracy» en Covert Action Quarterly, n°49, Verano de 1994, p.3.
[23] Fragmento de Willan, Puppetmaster, p.27.
[24] Mario Coglitore (Ediciones), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e silenze della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), p.34. «La existencia de los protocolos secretos de la OTAN es un hecho comprobado ya que De Gaulle los denunció explícitamente el 7 de marzo de 1966 y el Parlamento de la RFA admitió recientemente que existían» (ibid.).
[25] Publicación británica Searchlight, enero de 1991.
[26] Paolo Inzerili, Gladio. La Verità negata (Edizioni Analisi, Bologne, 1995), p.61.
[27] Inzerilli, Gladio, p.62.
[28] Gerardo Serravalle, Gladio (Edizione Associate, Rome, 1991), p.78.
[29] Ibid., p.79.
[30] Ibid., p.78.
[31] Comisión investigadora parlamentaria sobre sur Gladio, como aparece resumido en la publicación británica Statewatch, enero/febrero de 1992.
[32] Inzerilli, Gladio, p.63.
[33] Ibid.
[34] Michel Van Ussel : Georges 923. Un agent du Gladio belge parle. Testimonio (Éditions La Longue Vue, Bruxelles, 1991), p.139.
[35] Inzerilli, Gladio, p.64.
[36] Correo electrónico dirigido al autor por Anne-Marie Smith, del servicio de archivos de la OTAN, 18 de agosto de 2000.
[37] Carta dirigida al autor por el jefe de la misión suiza ante la OTAN, embajador Anton Thalmann, fechada en mayo de 2001.
[38] Carta dirigida al autor por Lee McClenny, responsable del servicio de relaciones con la prensa y los medios de difusión en la OTAN, fechada el 2 de mayo de 2001.
[39] Ibid.
[40] Presidential Directive, National Security Decision Memorandum 40, Responsibility for the Conduct, Supervision and Coordination of Covert Action Operations, Washington February 17 1970. Firmada por Richard Nixon.
[41] Para un completo recuento de las operaciones secretas de la CIA a través del mundo a partir de 1945, ver William Blum: Killing Hope. US Military and CIA interventions since World War II (Common Courage Press, Maine, 1995). Versión francesa: Les Guerres scélérates (Parangon, 2004).
[42] Fuente: www.terrorism.com
[43] Las tres comisiones eran la Comisión del Senado que presidía Franck Church, la Comisión de la Cámara de Representantes que presidía Ottis Pike y la Comisión Murphy del presidente Ford. 1. Report of the House Select Committee on Intelligence [Pike Committee], Ninety-fourth Congress, Publicado por Village Voice, New York City, febrero de 1976. 2. Report of the Commission on the Organization of the Government for the Conduct of Foreign Policy [Murphy Commission], US Government Printing Office, Washington DC, junio de 1975. 3. Final Report, of the United States Senate Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities [Church Committee], US Government Printing Office, Washington DC, abril de 1976. El que puede considerarse como el mejor de los 3 informes, el Informe final de la Comisión Investigadora Senatorial sobre las Operaciones del Gobierno en materia de Inteligencia, se compone de 6 volúmenes. El primero tiene como tema la «Inteligencia Exterior y Militar, de la CIA, de las operaciones secretas y la cuestión del control democrático sobre los servicios secretos». En el segundo volumen, intitulado «Actividades de Inteligencia y Derechos de los Ciudadanos Estadounidenses», el Informe Church revela de qué manera la NSA y el FBI violaron la vida privada de los ciudadanos estadounidenses. El tercer tomo, intitulado «Informes Internos Complementarios sobre las Actividades de Inteligencia y los Derechos de los Ciudadanos Estadounidenses», prologa el análisis del anterior y afirma que el término «contraespionaje» es una apelación impropia para «operación clandestina interna». El cuarto volumen, intitulado «Informes Internos Complementarios sobre la Inteligencia Exterior y Militar», presenta un recuento histórico sobre la CIA desde 1946 hasta 1975. El quinto volumen, intitulado «El Asesinato del Presidente John F. Kennedy y el Trabajo de las Agencias de Inteligencia», trata de determinar si los servicios secretos estadounidenses conspiraron o no para mantener el secreto alrededor del asesinato de JFK. El último volumen, intitulado «Informes Complementarios sobre las Actividades de Inteligencia», aborda la evolución histórica y la organización de la capacidades del país en materia de inteligencia, desde 1776 hasta 1976. Algunos fragmentos de esos informes han sido publicados en francés bajo el título Les Complots de la CIA. Manipulations et assassinats (Stock, 1976).
[44] Kathryn Olmsted, Challenging the Secret Government: The Post-Watergate Investigations of the CIA and FBI (University of North Carolina Press, Chapelhill, 1996), p.9.
[45] Diario británico The Independent, 1º de diciembre de 1990.
[46] Jonathan Kwitny, «The CIA’s Secret Armies in Europe», publicado en The Nation, 6 de abril de 1992, p.445.
[47] Arthur Rowse, «Gladio. The Secret US War to Subvert Italian Democracy», publicado en Covert Action Quarterly, n°49, Verano de 1994.
[48] Solicitud FOIA: «L’Operation ‘Gladio’ de la CIA», presentada por Malcolm Byrne el 15 de abril de 1991. Solicitud FOIA n° 910113.
[49] Diario italiano Corriere della Sera, 29 de mayo de 1995.
[50] Publicación política austriaca Zoom, n° 4/5, 1996: «Es muss nicht immer Gladio sein. Attentate, Waffenlager, Erinnerungslücken», p.6.
[51] Bericht betreff US Waffenlager. Oesterreichisches Bundesministerium für Inneres. Generaldirektor für die öffentliche Sicherheit. Mag. Michael Sika. 28 noviembre de 1997. Viena, p.10.
[52] Carta fechada el 28 de diciembre del año 2000 y dirigida por la CIA al autor sobre la solicitud FOIA F-2000-02528 vinculada a la Operación Gladio.
[53] Carta fechada el 23 de enero de 2001 y dirigida por el autor a la señora Dyer de la CIA.
[54] Carta fechada el 7 de febrero de 2001 y dirigida al autor por Kathryn I. Dyer, coordinadora de la CIA para asuntos de información y respeto de la vida privada.
[55] En momentos en que entraba en prensa la edición francesa, o sea 6 años después de presentada la solicitud, el autor sigue esperando una respuesta… (Nota del editor)
[56] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990.
[57] Televisión británica BBC Newsnight, 4 de abril de 1991, 22h 30. Reportaje del periodista Peter Marshall sobre Gladio.
[58] Ibid.
[59] Imperial War Museum, Londres. Exposición sobre las Guerras Secretas. Visitada por el autor el 20 de mayo 1999. El 4 de junio de 1999 el autor se reunió con Mark Siemens, del departamento de investigación del museo y responsable de la exposición sobre la Guerras Secretas. Siemens subrayó que la unidad secreta SOE, creada durante la Segunda Guerra Mundial, era el antecedente de los stay-behind Gladio. El autor no pudo obtener del MI6 ninguna información suplementaria sobre ese fenómeno.
[60] Michael Smith, New Cloak, Old Dagger : How Britain’s Spies Came in from the Cold (Gollancz, Londres, 1996), p.117. Basado en entrevistas realizadas a Simon Preston, el 11 de octubre de 1995, y a Michael Giles, el 25 de octubre de 1995.
[61] Smith, Dagger, p.117.
[62] Ibid., p.118.

http://www.voltairenet.org/article163137.html

Los ejércitos secretos de la OTAN (II) Cuando se descubrió el Gladio en los Estados europeos…

por Daniele Ganser__________________________

Proseguimos la publicación seriada de la obra de referencia sobre las redes stay-behind de la OTAN. En este segundo capítulo, el historiador suizo Daniele Ganser describe la larga serie de descubrimientos que revelaron la existencia de esa organización clandestina en toda Europa occidental y más allá así como el manto de silencio que rápidamente se extendió sobre ese escándalo. La cuestión planteada entonces por el Parlamento Europeo era saber si las instituciones democráticas no eran más que una fachada tras la cual los anglosajones venían manipulando a los pueblos de Europa occidental desde hacía medio siglo. Una pregunta que sigue siendo válida.

Fin del año 1990, el escándalo sobre el Gladio estalla en momentos en que el presidente francés Francois Mitterrand prepara la opinión pública para la entrada de Francia en la guerra de Irak junto a Estados Unidos. Mitterrand confía a su ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevenement (con los brazos cruzados en la foto) la misión de acallar la verdad. Los franceses deben seguir ignorando que, desde hace medio siglo, una estructura militar clandestina dirige los Estados de Europa occidental al margen de las instituciones democráticas.
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Este artículo hace parte de la serie:
1. «Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia del Gladio…»
3. «Gladio: Por qué la OTAN, la CIA y el MI6 siguen negando»
4. «Las cloacas de Su Majestad»
5. «La guerra secreta, principal actividad de la política exterior de Washington»
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Los periodistas extranjeros reunidos en el club de la prensa de Roma en el verano de 1990 se quejaban de la cobardía de sus redacciones ante el delicado caso Gladio y su dimensión internacional. Efectivamente, se hace necesario recordar el delicado contexto en que se produjeron las revelaciones que el primer ministro italiano Giulio Andreotti hiciera el 3 de agosto ante el senado de su país sobre la existencia de un ejército secreto stay-behind creado por la OTAN en toda Europa occidental.

La reveladora alocución de Andreotti tuvo lugar el día después del 2 de agosto de 1990, día de la invasión de Kuwait por el dictador iraquí Sadam Husein. En París, Londres y Washington, jefes de redacciones y consejeros militares temían que aquel escándalo viniera a perturbar los preparativos para la guerra del Golfo.
El 2 de agosto, en Nueva York, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, «espantados por la invasión de Kuwait», habían impuesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, con la anuencia de China y Rusia, la adopción de la resolución 660, que ordenaba «la retirada inmediata e incondicional de todas las fuerzas iraquíes de las posiciones ocupadas el 1º de agosto de 1990».

En Occidente y en el mundo entero los medios de difusión estaban entonces focalizados en la «crisis del Golfo» y relataban como Estados Unidos, bajo la presidencia de George Bush padre, había emprendido la mayor operación militar desde la Segunda Guerra Mundial a la cabeza de una coalición de países a la que pertenecían Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Holanda para liberar Kuwait de la ocupación iraquí en el marco de una operación bautizada como «Tormenta del Desierto», en enero y febrero de 1991 [1]. Las grandes cadenas televisivas tenían así simultáneamente dos extrañas historias que poner a la disposición del público: una guerra limpia en el Golfo Pérsico y el escándalo del Gladio en Europa, que finalmente optaron por silenciar [2].

Como consecuencia de las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti, el escándalo atraviesa las fronteras de Italia cuando, el 30 de octubre, el ex primer ministro socialista de Grecia, Andreas Papandreou, confirma en el diario griego Ta Nea que él mismo había descubierto, en 1984, una estructura secreta de la OTAN muy parecida al Gladio italiano y cuyo desmantelamiento había ordenado de inmediato. Otras voces se hicieron oír para exigir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto y su supuesto papel en el golpe de los coroneles de 1967. Pero el gobierno conservador griego de la época hizo caso omiso. El ministro de defensa Varvitsiotis explicó que un ex agregado militar griego en Washington que había trabajado para la OTAN examinaría las acusaciones, pero anunció: «El gobierno no tiene nada que temer» [3].

De Grecia el escándalo pasó después a Alemania donde, el 5 de noviembre, un parlamentario verde, Manfred Such, que se había enterado del escándalo a través del diario alemán TAZ, emplazó solemnemente al gobierno de Helmut Kohl a expresarse sobre las sospechas de existencia de estructuras del tipo Gladio en Alemania. Mientras que en el ministerio de Defensa alemán se reflexionaba sobre la forma más conveniente de encarar aquel emplazamiento, el canal privado de televisión RTL provocó la indignación pública al revelar, en un reportaje especial dedicado a Gladio, que ex miembros de las SS hitlerianas habían formado parte de la rama alemana de la red y que, en muchos otros países, partidarios de la extrema derecha habían sido enrolados en el ejército secreto anticomunista.

La tensión aumentó todavía más cuando el vocero del gobierno alemán, Hans Klein, trató de explicar de forma confusa que «el Gladio alemán no era, como se ha dicho, un comando secreto o una unidad de guerrilla», y agregó que no podía mencionar detalles debido a que el asunto era secreto militar [4]. Las declaraciones de Klein provocaron un escándalo entre los socialdemócratas y los verdes de la oposición, quienes vieron en ellas un trampolín dada la cercanía de las elecciones federales.

El parlamentario Hermann Scheer, el especialista en cuestiones de defensa en el seno del SPD, el partido socialdemócrata alemán, comparó aquella misteriosa red a una especie de «Ku Klux Klan», más destinado a realizar operaciones clandestinas contra la población y contra la oposición que a luchar contra una improbable invasión soviética. Scheer insistía en que urgía implementar una investigación sobre Gladio «antes de que puedan hacer desaparecer las pruebas» [5]. «Este asunto es de la competencia del fiscal general (Generalbundesanwalt)», explicó Scheer, «ya que la existencia de una organización militar secreta fuera de todo control gubernamental o parlamentario es totalmente contraria a la ley fundamental y entra, por lo tanto, dentro del campo de la justicia penal» [6].

El parlamentario socialdemócrata Wilfried Penner, miembro de la Comisión Parlamentaria de Control (PKK) de los servicios secretos alemanes, precisó que nunca había oído hablar de la red secreta de la OTAN ni «de sus ramificaciones mafiosas» y que «este asunto tenía que ser tratado públicamente, a la vista de todos» [7]. Burkhard Hirsch, responsable de los servicios secretos en el seno del gobierno y miembro de la PKK, se declaró también «extremadamente inquieto» ya que «si algo puede permanecer en secreto durante tanto tiempo, y pueden confiar en mi larga experiencia, es porque hay algo podrido» [8]. Las voces que se elevaban desde las filas del SPD exigiendo una investigación oficial se callaron sin embargo rápidamente cuando el gobierno democratacristiano reveló que los ministros socialdemócratas también habían mantenido el secreto durante los años que estuvieron en el poder. Es por esa razón que, a pesar de las protestas de los verdes, la cuestión se zanjó a puertas cerradas.

En Bélgica, en la noche del 7 de noviembre, el ministro socialista de Defensa Guy Coeme confirmó a una población espantada que en su país también había existido un ejército secreto vinculado a la OTAN. En una referencia implícita a las matanzas registradas en Brabante –durante los años 1980, hombres vestidos de negro habían abierto fuego sobre los clientes de varios supermercados causando numerosos muertos–, el ministro agregó: «Quiero descubrir ahora si existe un vínculo entre las actividades de esa red secreta y la ola de atentados que ensangrentó nuestro país durante los últimos años» [9].

Enfrentando las cámaras de la prensa, el primer ministro belga Wilfried Martens, visiblemente preocupado, declaró: «Soy primer ministro desde hace 11 años, pero siempre ignoré la existencia de una red de ese tipo en nuestro país». Los periodistas señalaron que el primer ministro, «de ordinario tan sosegado ante cualquier circunstancia», parecía esta vez «cualquier cosa menos relajado» [10]. El parlamento belga decidió entonces formar una comisión especial encargada de investigar sobre la red stay-behind de Bélgica. Un año después, luego de haber obtenido el desmantelamiento de la red, dicha comisión presentó un valioso informe público de no menos de 250 páginas [11].

Los parlamentarios belgas lograron descubrir que el ejército clandestino de la OTAN seguía estando activo. Supieron que el ACC, que se componía de los generales que comandaban los ejércitos stay-behind de numerosos países de Europa occidental, se había reunido en el mayor secreto en su cuartel general de Bruselas los días 23 y 24 de octubre de 1990. Aquel consejo se había desarrollado bajo la presidencia del general Raymond Van Calster, jefe del Servicio General de Inteligencia (SGR, siglas en francés), los servicios secretos militares belgas.

Van Claster montó en cólera cuando varios periodistas lograron seguir la pista hasta él y lo contactaron repetidamente por teléfono. La primera vez mintió a la prensa al negar categóricamente, el 9 de noviembre, haber presidido la reunión internacional del ACC y al afirmar que Gladio era una cuestión estrictamente italiana. Más tarde admitió que una red secreta había sido efectivamente instaurada en Bélgica después de la Segunda Guerra Mundial «con el fin de recoger datos de inteligencia ante la hipótesis de una invasión soviética» [12]. Desmintiendo enérgicamente todo «vínculo directo con la OTAN», el general se negó a entrar en detalles, aunque afirmó solemnemente: «No tenemos nada que esconder» [13].

En Francia, el gobierno del presidente socialista Francois Mitterrand trató de restar importancia al asunto anunciando, a través de un representante prácticamente desconocido, que el ejército secreto «estado disuelto desde hacia mucho tiempo [en nuestro país]» [14]. El general Constantin Melnik, jefe de los servicios secretos franceses entre 1959 y 1962, hizo correr además, a través del diario más importante de Francia, el rumor de que el Gladio francés había «sido probablemente desmantelado inmediatamente después de la muerte de Stalin en 1953 y no debía existir ya bajo la presidencia de De Gaulle [o sea después de 1958]» [15].

La prensa francesa se alineó detrás del gobierno, que aquel entonces se encontraba en plenos preparativos para la guerra del Golfo, y se cuidó de hacer preguntas demasiado delicadas. Fue así como un «escándalo que ocupaba los titulares de primera plana en todos los diarios de Europa sólo se reflejó en una pequeña nota en los diarios parisinos» [16].

Implacablemente, el primer ministro italiano Andreotti echó por tierra la mentira francesa al declarar el 10 de noviembre de 1990 que Francia había participado también en la última reunión de la jefatura de Gladio, el ACC, celebrada en Bélgica el 23 de octubre de 1990. Después de aquella revelación, el ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevenement, ante aquella situación embarazosa, trató de limitar los daños afirmando que el ejército secreto francés se había mantenido pasivo: «Según las informaciones de que dispongo, nunca tuvo más función que la de mantenerse a la espera y cumplir una función de enlace».

En respuesta a un periodista de radio que le preguntaba si se iba a producir en Francia una tormenta política similar a las Italia y Bélgica, el ministro se entregó a varias especulaciones sobre las actividades terroristas o de otro tipo del ejército secreto antes de contestar con toda calma: «No lo creo». [17] La prensa subrayó que el gobierno estaba haciendo todo lo posible por evitar que la población viera en Gladio una «abominación nacional» [18].

En Gran Bretaña, varios voceros del ministerio de Defensa se turnaban día tras día dando invariablemente a la prensa casi la misma respuesta: «Lo siento pero nunca abordamos cuestiones de seguridad» o «Se trata de una cuestión de seguridad, por lo tanto no la abordaremos» o quizás «No nos dejaremos arrastrar al terreno de la seguridad nacional» [19]. Mientras que los diarios seguían publicando día tras día titulares sobre el escándalo del Gladio, el ministro británico de Defensa Tom King se aventuró a abordar con desenfado el inquietante asunto: «No sé detrás de qué quimera están corriendo ustedes. La cosa parece terriblemente apasionante, pero me temo que soy un completo ignorante en la materia. Estoy mucho mejor informado sobre el Golfo» [20].

En el contexto de los preparativos para la Operación Tormenta del Desierto y la guerra contra Irak, al parlamento británico le pareció que no era urgente crear una comisión o abrir un debate parlamentario [sobre Gladio] y prefirió respaldar al gobierno del primer ministro John Major. En el verano de 1992, no se había proporcionado aún ninguna versión oficial sobre Gladio, lo cual provocó la indignación de periodistas como Hugh O’Shaughnessy: «El silencio de Whitehall [21] y la falta casi total de curiosidad demostrada por los parlamentarios sobre un escándalo en que Gran Bretaña está tan profundamente implicada resultan extraordinarios [22].

En Holanda, el primer ministro Ruud Lubbers, en el cargo desde 1982, decidió reaccionar ante el delicado problema con el envío al parlamento, el 13 de noviembre, de una carta en la que confirmaba la existencia de un ejército secreto similar en el país y subrayando que «esa organización nunca estuvo bajo el control de la OTAN» [23]. Posteriormente, Lubbers y el ministro de Defensa de Holanda, Relus Ter Beek, informaron a puertas cerradas al Comité encargado de las cuestiones vinculadas a la inteligencia y la seguridad en el seno del parlamento sobre ciertos detalles sensibles del Gladio holandés. «Los sucesivos jefes de gobierno y ministros de Defensa estimaron siempre que era preferible no involucrar en el secreto a los demás miembros del gabinete ni al parlamento», declaró Lubbers ante los diputados, agregando que estaba orgulloso de que una treintena de ministros hubieran sido capaces de mantener aquello en secreto.

Mientras los parlamentarios denunciaban el peligro que implicaba la existencia de un ejército secreto cuya existencia era desconocida para el parlamento y para la inmensa mayoría de la ciudadanía, se decidió que la red secreta no sería objeto de ninguna investigación parlamentaria ni informe público alguno. «El problema no es tanto que tal cosa [el Gladio] haya podido o pueda existir aún hoy en día», declaró el miembro de la oposición liberal Hans Dijkstal, «sino más bien que el parlamento no haya sido informado de nada antes de ayer en la noche» [24].

En el vecino Luxemburgo, el primer ministro Jacques Santer se presentó ante el parlamento el 14 de noviembre de 1990 y confirmó que un ejército secreto creado por iniciativa de la OTAN había existido también en su país. «Las actividades de esas personas se limitaban, y así fue desde su origen, a entrenarse para su misión, o sea a aprender a reaccionar individualmente en un entorno hostil o a coordinar los esfuerzos con los países aliados», insistió Santer [25].

El reclamo de Jean Huss, un representante del partido verde alternativo que demandaba en primer lugar que se abriera un debate parlamentario sobre la cuestión y la posterior creación de una comisión investigadora parlamentaria, fue sometido a votación y rechazado por la mayoría de los parlamentarios.

Cuando la prensa internacional anunció que «en Portugal, una radio de Lisboa reportó que células de la red asociada a la Operación Gladio fueron utilizadas durante los años 50 en la defensa de la dictadura de derecha de Salazar», el gobierno en funciones respondió emitiendo un desmentido oficial [26]. El ministro portugués de Defensa, Fernando Nogueira, declaró el 16 de noviembre de 1990 que nunca había tenido conocimiento de la presencia de una red Gladio de ningún tipo en Portugal y afirmó que no se disponía en el ministerio de Defensa ni en la Comandancia de las fuerzas armadas «de ninguna información sobre la existencia o las actividades de una “estructura Gladio” en Portugal» [27].

Un general retirado desmintió la versión del gobierno y confirmó en la prensa, de forma anónima, que un ejército paralelo existía también en Portugal y que «dependía del ministerio de Defensa, del ministerio del Interior y del ministerio de Asuntos Coloniales» [28]. En la vecina España, país que, al igual que Portugal, había vivido la mayor parte de la guerra fría bajo el yugo de una dictadura de derecha que reprimía la oposición política mediante el terror y la tortura, Alberto Oliart, ministro de Defensa a principios de los años 1980, calificó de «pueril» el hecho de preguntarse si la España franquista también había tenido un ejército secreto de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era el gobierno mismo» [29].

En Dinamarca, ante la presión pública, el ministro de Defensa Knud Engaard se dirigió al parlamento, el Folketing, el 21 de noviembre para desmentir que alguna organización «de cualquier naturaleza» hubiese sido creada en el país por la OTAN y sostenida por la CIA. «Como las informaciones relativas a una operación montada por los servicios secretos ante la hipótesis de una ocupación del país son confidenciales, incluso altamente confidenciales», subrayó el ministro, «me resulta imposible hablar de ellas ante el parlamento danés». Pelle Voigt, que había traído el caso de Gladio al parlamento, hizo notar que «la respuesta del ministro de Defensa era contradictoria y confirmaba indirectamente que Dinamarca también tenía su red clandestina» [30]. Esto dio lugar a una discusión a puertas cerradas en el seno de la Comisión del parlamento danés encargada de controlar la acción de los servicios secretos.

Cuando la prensa de Noruega empezó a interpelar al gobierno sobre el tema del Gladio, la respuesta que recibió fue la más corta que se haya ofrecido nunca sobre ese tema. «Las palabras de Hansen siguen siendo exactas», declaró el vocero del ministerio de Defensa Erik Senstad, refiriéndose así a una intervención del ministro de Defensa Rolf Hansen ante el parlamento, intervención que databa de 1978 y en la que el ministro no tuvo más remedio que reconocer la existencia en Noruega de un ejército secreto, que ya había sido descubierto. El contralmirante Jan Ingebristen, quien había renunciado a su cargo de jefe de la inteligencia militar noruega en 1985, provocó la indignación de la población al justificar el secreto que rodeaba la existencia de aquellos ejércitos. «No hay en ello nada sospechoso. Si esas unidades están destinadas a actuar clandestinamente en territorio ocupado, es un imperativo que se mantengan en secreto» [31].

En Turquía, la élite del poder reaccionó ante el escándalo del Gladio el 3 de diciembre a través del general Dogan Beyazit, presidente del Departamento de Operaciones del ejército turco, y del general Kemal Yilmaz, comandante de las Fuerzas Especiales, quienes confirmaron en la prensa la existencia de un ejército secreto creado por la OTAN y dirigido por el «Departamento de Operaciones Especiales» con la misión de «organizar la resistencia ante la posibilidad de una ocupación comunista» [32].

Mientras los generales trataban de convencer a la opinión de que los miembros del Gladio turco eran todos buenos «patriotas», los periodistas y el ex primer ministro Bulent Ecevit revelaron que el ejército secreto, bautizado contraguerrilla, estaba implicado en actos de tortura, atentados y asesinatos así como en los sucesivos golpes de Estado que habían caracterizado la historia reciente de Turquía. El ejército se negó a responder las preguntas del parlamento y de los ministros civiles y el ministerio de Defensa turco le advirtió a Ecevit que «¡hubiera hecho mejor en cerrar el pico!» [33].

Mientras la contraguerrilla [turca] proseguía varias operaciones, el propio Departamento de Estado estadounidense señalaba en su informe de 1995 sobre los derechos humanos que «fuentes confiables en el seno de organizaciones humanitarias, representantes de la comunidad kurda y kurdos presentes en el lugar afirman que el gobierno autoriza, incluso organiza, el asesinato de civiles». El informe precisaba que «las asociaciones de defensa de derechos humanos refieren una tesis generalizada y creíble según la cual un grupo de contraguerrilla vinculado a las fuerzas de seguridad estuvo cometiendo “matanzas secretas”».

Cuando la periodista [estadounidense] Lucy Komisar trató de extender la investigación a los Estados Unidos descubrió rápidamente que, en cuestión de secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los generales turcos. «El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía proporcionando fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones Especiales. En realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema.» Komisar recibió siempre respuestas evasivas: «Los representantes que pude ver me respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes como para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una operación de la CIA sobre la que nada podían decirme». Un historiador del Pentágono le respondió: «Ah, ¿usted quiere hablar de la organización “stay-behind”? ¡Eso es confidencial!» [34].

Pero el problema de la contraguerrilla [turca] no tardó en reaparecer. El 3 de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes chocó con un tractor en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk, más de 150 kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla turca, un alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron muertos en el accidente. Muchos vieron en ello la prueba concreta de la profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y miles de personas salieron a la calle para protestar contra el «Estado de Susurluk» y exigir que se liberara el país «del control de las pandillas».

En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que informar ante millones de teleespectadores sobre las conclusiones de los 7 meses de investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk. «Esto es la anatomía de un escandaloso caos», comenzó el primer ministro, antes de reconocer que un «escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del Estado» mientras que «todos los órganos del poder tenían conocimiento de la situación» [35].

Como consecuencia de la profusión de revelaciones acusadoras en toda Europa occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de debate en el Parlamento Europeo el 22 de noviembre de 1990. La Comunidad Europea se componía en aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían afectados por el escándalo [36]. Los 12 habían establecido entre sí una estrecha cooperación y se disponían a instaurar el Mercado Común, que debía garantizar la libre circulación de personas, bienes y servicios y capitales. Sin embargo, las cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno de los Estados miembros ya que estos seguían siendo soberanos en ambos aspectos.

«Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de orden moral y político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos construyendo», así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui. «Esta Europa sólo podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta transparencia de sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la democracia que han marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos países europeos.» Subrayó Falqui que no habría «futuro alguno, señoras y señores, si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos llamar un doble Estado, abierto y democrático por un lado, por el otro clandestino y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y el número de redes “Gladio” a las que dieron abrigo los Estados miembros de la Comunidad Europea» [37].

El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía aquellas preocupaciones al declarar a sus colegas parlamentarios: «Lo que nos inquieta en el caso Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de todo control de las instituciones políticas democráticas. Ese es, a mi entender, el principal problema subsistente.» Dury concluyó que la historia de los ejércitos secretos debía ser investigada: «Estamos, por nuestra parte, convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para definir todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen perdurar y afectar a otras organizaciones así como prevenir las posibles tentaciones que pudiesen haberse suscitado».

Según el eurodiputado belga, la investigación tenía que abordar también el papel de la OTAN «aunque en lo tocante a su responsabilidad y la del SHAPE, no creo que se pueda hablar de conspiración», indicó. «Me parece, a pesar de todo, que tenemos que mantenernos especialmente vigilantes y atentos si queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que ciertos miembros de Gladio son también miembros de los comités de la OTAN». Y concluyó: «Arrojar luz sobre este tipos de zonas oscuras constituye precisamente la obligación que nos confiere nuestro mandato democrático» [38].

«Señor presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos nombres», declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis. «Operó en la clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una responsabilidad en todos los actos de desestabilización, de provocación y de terrorismo cometidos en nuestros países a lo largo de 4 décadas, actos en los que seguramente se encuentra implicado de forma directa o indirecta». Ephremidis denunció enérgicamente la red stay-behind en su conjunto y sobre todo «el hecho que [esa red] haya sido instaurada por la CIA y la OTAN, las cuales –con el pretexto de defender la democracia– pisotearon ésta última y la utilizaron en aras de sus funestos propósitos».

Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio griego en el golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que «la democracia que se supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que una fachada» y llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación. «Hay que descubrir cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que formar una subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de dar a conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias para liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas» [39].

El parlamentario belga de Donnea (reformador liberal) ofreció, por su parte, una visión muy diferente: «Señor presidente, al término de la Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba plenamente justificada la creación de servicios que tuvieran como misión la preparación de redes de resistencia que pudieran ser activadas en caso de ocupación de nuestro territorio por parte de los ejércitos del Pacto de Varsovia». Este eurodiputado belga subrayó: «Estamos por lo tanto en deuda con todos aquellos que, mientras la guerra fría se prolongaba eternamente, trabajaron en esas redes». Para de Donnea era evidente que los ejércitos secretos tenían que seguir siendo secretos: «Para mantener su eficacia, esas redes tenían necesariamente que mantenerse en la sombra», aunque deseaba de todas maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades terroristas: «Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y anormal en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y castigar a los culpables» [40].

El diputado flamenco Vandemeulebroucke resumió de manera bastante justa el sentir de numerosos europeos: «Este caso deja un gusto amargo porque se remonta a la creación de la Comunidad Europea y porque pretendemos precisamente instaurar una nueva forma de democracia». Precisó Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo que le inquietaba como parlamentario, ya que «los presupuestos de esas organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud en cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de tomar decisiones y de hacer que estas se apliquen sin verse sometidos a ningún tipo de control democrático».

El diputado holandés concluyó: «Quiero protestar más enérgicamente aun contra el hecho que el ejército americano, ya sea a través del SHAPE, de la OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra democracia». Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de competencia del Parlamento Europeo. «Estoy perfectamente conciente de que no somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz», explicó. «Es por eso que la resolución votada pide la creación de una comisión investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros para se sepa la verdad» [41].

Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo decidió adoptar una resolución sobre el caso Gladio. La resolución contenía una enérgica denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación a través de 7 puntos:

1. «Considerando que varios gobiernos europeos han revelado la existencia desde hace 40 años y en varios Estados miembros de la Comunidad de una organización que realiza operaciones armadas y de inteligencia paralela»;

2. «Considerando que durante estos 40 años esa organización escapó a todo control democrático y fue dirigida por los servicios secretos de los Estados interesados en colaboración con la OTAN»;

3. «Temiendo que tales redes hayan podido interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo»;

4. «Considerando que en ciertos Estados miembros los servicios secretos militares (o elementos incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados en graves actos de terrorismo y criminales como se ha probado mediante diversas investigaciones judiciales»;

5. «Considerando que esas organizaciones actuaron y siguen actuando fuera de todo marco legal, no están sometidas a ningún control parlamentario y, en la mayor parte de los casos, sin que sean informados los más altos responsables del gobierno y los garantes de la Constitución»;

6. «Considerando que las diferentes organizaciones “Gladio” disponen de sus propios arsenales y equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque desconocida, constituyendo así una amenaza para las estructuras democráticas de los países en los que operan y han operado»;

7. «Profundamente preocupado ante la existencia de órganos de decisión y de ejecución fuera de todo control democrático y de naturaleza totalmente clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la cooperación comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos los debates».

Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en primer lugar, «la creación clandestina de redes de acción y de manipulación y [llamaba] a abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la estructura, los objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o de todo grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios secretos de los Estados miembros o de terceros países».

En segundo lugar, la Unión Europea protestaba «enérgicamente contra el derecho que sean arrogado ciertos responsables del ejército estadounidense que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación en Europa de una red clandestina de inteligencia y acción».
En un tercer punto, la resolución llamaba a «los gobiernos de los Estados miembros a desmantelar todas las redes militares y paramilitares clandestinas».

Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba «las jurisdicciones de los países en los que la presencia de tales organizaciones militares [estaba] comprobada a determinar con exactitud su composición y su forma de operar y a establecer un listado de todas las acciones que al parecer realizaron con vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los Estados miembros».

La UE reclamaba además que «todos los Estados miembros tomen las medidas necesarias, de ser necesario mediante la nominación de comisiones parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado exhaustivo de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo, de controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales».

El sexto punto de la resolución estaba dirigido al Consejo de Ministros de la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de Defensa, y lo llamaba a «proporcionar toda la información sobre las actividades de esas servicios clandestinos de inteligencia y de acción».

En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía «a su comisión competente que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el impacto de la organización “GLADIO” y de otras redes similares».
Como último punto, aunque no menos importante, y aludiendo explícitamente a la OTAN y a los Estados Unidos, el Parlamento Europeo «[ordenaba] a su presidente transmitir la presente resolución a la Comisión del Consejo de Europa, al secretario general de la OTAN, a los gobiernos de los Estados miembros y al gobierno de los Estados Unidos» [42].

Mucho ruido para nada. Ni una sola de las 8 medidas que exigía el Parlamento Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos países que nombraron cada uno una comisión investigadora parlamentaria y presentaron un informe público sustancial y detallado.

Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadounidense, ni el secretario general de la OTAN Manfred Worner, ni el presidente de los Estados Unidos George Bush padre apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u ofrecieron explicaciones públicas.


(Continuará)

NOTAS

[1] La coalición se componía de Kuwait, Estados Unidos, Arabia Saudita, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Egipto, Omán, Siria, Qatar, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Israel, Afganistán, Bangla Desh, Canadá, Bélgica, Checoslovaquia, Alemania, Honduras, Italia, Níger, Rumania y Corea del Sur. El 29 de noviembre de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 678 que autorizaba a los aliados de Kuwait a hacer uso, al término del plazo fijado en el ultimátum, de «todos los medios necesarios (…) con el fin de restaurar la paz mundial y la estabilidad internacional en la región», si Irak no se retiraba de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Al no respetar Sadam Husein el ultimátum de la ONU, la operación Tormenta del Desierto, bajo el mando de los Estados Unidos, comenzó el 17 de enero de 1991 con una serie de bombardeos aéreos masivos, seguidos el 24 de enero por el comienzo de la invasión por fuerzas terrestres. Las fuerzas iraquíes fueron rápidamente derrotadas y la capital de Kuwait fue liberada el 27 de febrero. Al día siguiente, la coalición anunciaba el fin de los combates. Las cifras estimadas de soldados muertos son de 100 000 entre las fuerzas iraquíes y sólo 370 en las filas de la coalición. El 3 de marzo de 1991, Irak aceptó un cese del fuego y Sadam Husein se mantuvo en el poder.

[2] Leo Muller, Gladio. Das Erbe des Kalten Krieges. Der NATO Geheimbund und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.27.

[3] Sin autor determinado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?» publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, n°48, 26 de noviembre de 1990.

[4] Presse- und Informationsamt der Bundesregierung. Pressemitteilung n°455/90, de Hans Klein, 14 de noviembre de 1990. Ver también Muller, Gladio, p.30.

[5] Sin autor determinado, «Das blutige Schwert der CIA. Nachrichten aus dem Kalten Krieg : In ganz Europa gibt es geheime NATO Kommandos, die dem Feind aus dem Osten widerstehen sollen. Kanzler, Verteidigungsminister und Bundeswehrgenerale wussten angeblich von nichts. Die Spuren führen nach Pullach, zur ‘stay-behind organisation’ des Bundesnachrichtendienstes» publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, 19 de noviembre de 1990.

[6] Fragmento de Muller, Gladio, p.14.

[7] ] Ibid., p.75.

[8] Der Spiegel del 19 de noviembre de 1990, op. cit.

[9] Fragmento de Jan Willems, Gladio (Editions EPO, Bruxelles, 1991), p.13.

[10] Willems, Gladio, p.13.

[11] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 1º de octubre de 1991.

[12] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 1º de octubre de 1991.

[13] Agencia internacional de prensa Associated Press, 11 de noviembre de 1990.

[14] Muller, Gladio, p.30.

[15] Diario francés Le Monde del 13 de noviembre de 1990 («Les suites de l’affaire "Gladio" Le président de la République, M. Cossiga, est prêt à donner "toute information opportune"»). Ver también el semanario suizo Wochenzeitung del 14 de diciembre de 1990.

[16] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’affaire Gladio: Les réseaux secrets américains au coeur du terrorisme en Europe (Editions Albin Michel, Paris, 1994), p.140.

[17] Diario francés Le Monde del 14 de noviembre de 1990. Agencia de prensa internacional Reuters, 12 de noviembre de 1990. Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990 «Nato’s secret network ’also operated in France’».

[18] Gentile, Gladio, p.141.

[19] Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990.

[20] Richard Norton Taylor, «Secret Italian unit ‘trained in Britain’» en el diario británico The Guardian del 17 de noviembre de 1990.

[21] Whitehall es la avenida londinense donde se encuentran las sedes de los principales ministerios. Generalmente se menciona para referirse al Foreign Office [el ministerio británico de Relaciones Exteriores].

[22] Hugh O’Shaughnessy, Gladio: «Europe’s best kept secret». Se suponía que estos agentes se quedarían tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo invadía Europa occidental. Pero esa red, instaurada con las mejores intenciones, degeneró en algunos países convirtiéndose en instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.

[23] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990. El texto íntegro de la carta de Lubber al parlamento se publicó en neerlandés en el diario NRC Handelsblatt, edición del 14 de noviembre de 1990 bajo el título «Brief premier Lubbers “geheime organisatie” ». También aparece con la identificación Kamerstuk N°21895 en los archivos del parlamento de Holanda.

[24] internacional de prensa Associated Press, 14 novembre 1990.

[25] La retranscripción íntegra se publicó en el Luxemburger Wort el 15 de noviembre de 1990.

[26] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.

[27] Diario portugués Diario De Noticias, 17 de noviembre de 1990.

[28] Joao Paulo Guerra, «‘Gladio’ actuou em Portugal» en el diario portugués O Jornal, 16 de noviembre de 1990.

[29] «Calvo Sotelo asegura que España no fue informada, cuando entró en la OTAN, de la existencia de Gladio. Moran sostiene que no oyó hablar de la red clandestina mientras fue ministro de Exteriores», diario español El País, 21 de noviembre de 1990.

[30] Diario danés Berlingske Tidende, 25 de noviembre de 1990.

[31] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990.

[32] Serdar Celik, «Turkey’s Killing Machine: The Contra Guerrilla Force», Kurdistan Report, febrero-marzo de 1994. La fuente es una entrevista con el jefe del Estado Mayor Dogan Gures publicada en el diario turco Milliyet el 5 de septiembre de 1992.

[33] Lucy Komisar, «Turkey’s terrorists: A CIA legacy lives on» en The Progressive, abril de 1997.

[34] Ibid.

[35] Hugh Pope, «Turkey Promoted Death Squads and Drug Trafficking. Prime Minister’s Probe of 1996 Car Crash Scandal Excoriates Rival Mrs Ciller» en el diario estadounidense Wall Street Journal, 26 de enero de 1998.

[36] En 1990, los países miembros de la Unión Europea eran Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Gran Bretaña, Grecia, España y Portugal.

[37] Debates del Parlamento Europeo, 22 de noviembre de 1990. Retranscripciones oficiales.

[38] Ibid.

[39] Ibid.

[40] Ibid.

[41] Ibid.

[42] Resolución del Parlamento Europeo sobre el caso Gladio, 22 de noviembre de 1990.

http://www.voltairenet.org/article163084.html

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